Investigación OVNI

lunes, 18 de noviembre de 2013
Aunque a menudo blanco de desdén, la búsqueda de respuestas en torno al fenómeno OVNI no sólo es una actividad que moviliza a decenas de personas sino que hoy tiene carácter oficial en el país A sus quince años, Carlos Ferguson volvía de jugar al fútbol con unos amigos cuando fue testigo de algo que iba a marcar su futuro. Lo que asegura haber visto entonces es lo mismo que “más de una docena de vecinos” del barrio porteño de Saavedra: “Un objeto metálico discoidal de tres metros de diámetro sobrevolando la terraza de una casa a plena luz del día y a un tiro de piedra”. Desde entonces, Carlos -fundador de la Red Argentina de Ovnilogía- se ha pasado la vida tratando de entender qué fue lo que vio aquella vez. Su interés no es por cierto algo excepcional. En nuestro país existen actualmente unos treinta grupos que se dedican a investigar el fenómeno ovni con mayor o menor seriedad: llevan registro de los casos denunciados, visitan los lugares donde se producen avistamientos, entrevistan a posibles testigos oculares y, cuando existen, también levantan pruebas físicas para llevarlas a analizar. Contra lo que suele creerse, su tarea no apunta necesariamente a probar la existencia de vida extraterrestre, sino a evaluar el grado de veracidad de denuncias en torno a un fenómeno que ellos aseguran que existe más allá de cualquier explicación. “Hablamos de un fenómeno real que ha venido interactuando con el ser humano desde hace siglos y que no sabemos qué es. Porque si bien muchos piensan que ovni es sinónimo de naves extraterrestres, hay muchas hipótesis para explicar su origen: podría tratarse de viajeros del tiempo o de alguna forma de inteligencia de la Tierra”, explica Carlos Iurchuk. A diferencia de la mayoría de los ufólogos, Iurchuk, un analista de sistema que lleva veinte años investigando el fenómeno ovni, reconoce no haber comenzado a partir de un avistamiento sino de una pasión nacida durante su niñez . “Lo mío fue un interés de chico: empecé leyendo libros sobre el tema y al descubrir que existen investigaciones serias me fui entusiasmando cada vez más”, explica él. “Como no podemos predecir en qué momento ocurrirá el fenómeno ovni y, por ende tampoco podemos medirlo, lo nuestro no encaja dentro de lo que sería el método científico, pero no por eso deja ser una disciplina que puede practicarse con seriedad. Por desgracia, la existencia de muchos chantas y una mala prensa que trata el tema con ligereza nos han jugado en contra durante años”, señala por su parte Ferguson. “Aunque lo nuestro no encaja dentro de lo que sería el método científico, no por eso deja de ser una disciplina que puede practicarse seriamente. Por desgracia, la existencia de muchos chantas nos juega en contra” Con una formación en bibliotecología e historia, Ferguson desarrolló un método propio para determinar en qué medida los casos denunciados responden a “confusiones, fraudes o misticismos”. En base a él asegura que en nuestro país hay al menos “unos 170 casos irreductibles por su alto grado de verosimilitud; casos que uno podría discutir tranquilamente en una universidad”. “El valor de un caso está dado por muchos factores: la cantidad de testigos, la calidad de esos testigos, el hecho de que sean respetados por su entorno, que no se conozcan entre sí, que no estén buscando notoriedad y hasta que posean una buena agudeza visual; pero también que las condiciones ambientales hayan sido óptimas para que existiera un avistamiento y que los relatos tengan razonabilidad. Si a eso se le suma un registro de radar o alteraciones electromagnéticas, entonces tenés un caso sólido”, explica Carlos Ferguson. “Ni la mejor foto o filmación valen de mucho si no tiene un contexto verosímil detrás”, coincide Iurchuk, quien asegura que “de hecho, un alto porcentaje de las denuncias y del material que se encuentra sobre el tema en internet es basura: fotos confusas o trucadas que nadie sabe quién las tomó”. Por su trayectoria como investigadores, tanto él como Carlos Ferguson fueron convocados por la Fuerza Aérea Argentina para integrar la Comisión de Estudio de Fenómenos Aeroespaciales (CIFA). La creación de este organismo en mayo de 2012 constituyó la oficialización por parte del gobierno argentino de un fenómeno que, aunque despierta burlas y cuestionamientos, es investigado de manera formal por muchos otros países, como es el caso de Francia, Rusia, Inglaterra, Estados Unidos, Chile, Brasil y Uruguay.

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