OVNI en Salta

jueves, 13 de marzo de 2014
SALTA.- La mañana del 18 de agosto de 1995 fue la fecha donde ocurrió un hecho conocido como el Roswell Argentino, un misterio que involucra la presencia de un supuesto OVNI en Salta, más precisamente en la Serranía Colorada, Joaquín V. González. La primera investigación que se hizo sobre el caso estuvo en manos de Carlos Iurchuk, un investigador que se trasladó desde La Plata a Salta para indagar exclusivamente sobre el hecho, con testigos y fotografías.

A continuación, transcribimos extractos de la nota original publicada en 1995:

En septiembre de 1996 salió publicado en el boletín electrónico “UFO ROUNDUP”, que se distribuye por Internet, que la caída de un objeto en el sur de Salta se había tratado de un OVNI y que además se habían recuperado 200 cuerpos de la nave que fueron llevados a la ciudad de Victoria, Entre Ríos. Parte de estas declaraciones fueron  atribuidas a la Fundación Argentina de Ovnilogía (FAO), cosa que no era cierto. Cuando todo parecía indicar que se había llegado a un punto muerto en la pesquisa, un llamado telefónico hace reavivar el caso. Antonio Galvagno, el civil que más investigó los hechos desde un principio, estaba en Buenos Aires y deseaba entrevistarse con la gente de la Fundación.

Antonio Galvagno vivía con su esposa en la localidad salteña de Joaquín V. González, departamento de Anta. Aquel 17 de agosto, un día diáfano, ambos se encontraban almorzando cuando a las 13:47 se escuchan en todo el pueblo “dos tremendas explosiones. A los poquitos segundos de la explosión se empieza a mover el piso, se mueven los techos, las lámparas”. Los primeros comentarios sugieren la caída de un meteorito o de un avión. Galvagno es piloto civil y se dedica a la fumigación. Por aquel entonces tenía un avión ultraliviano biplaza que utilizaba para tal fin. En el momento del incidente el avión se encontraba en la pista, “así que inmediatamente lo lleno de nafta y me voy en dirección de la larga columna de humo que veíamos”. Al hacer su primer contacto con la columna de humo la describe como “parecida a una nube de hollín, con partículas metalizadas. Ese día la búsqueda se desarrolla sin novedad. Vuelo como 3 horas hasta que se me acaba la nafta. No encuentro nada”.

Los siguientes 15 días también los dedicó a la búsqueda sin resultados positivos.A kilómetros de Joaquín V. González había una finca en la cual había gente tomando sol. “Cuando ven el fenómeno, después de algunos segundos porque quedan impactados por lo que ven, van corriendo, sacan una cámara de foto y le tiran la foto". Así, ese mismo día después de su frustrada búsqueda, empezó a recolectar los primeros testimonios de personas que fueron testigos del incidente. La gente que toma la foto anterior “lo que ven es una explosión, un fogonazo inmenso. A partir de ahí dicen que ven una bola roja que empieza a caer con movimientos oscilantes. Y esa bola roja dicen que desaparece detrás de los árboles”. Según Galvagno, esta “bola roja” no se desintegró en el aire sino que cayó entera. “Cuando hace impacto en el piso es cuando nosotros sentimos el movimiento telúrico”. Al recorrer los pueblos más cercanos al hecho, los testimonios empezaron a aclarar el panorama.

“Todos los testimonios coinciden que desde el sur de Bolivia aparece una especie de plato metalizado, pero que ya venía mal, zigzagueando”. Los testigos le dan un tamaño aproximado de 200 a 300 metros de diámetro. “Pasa muy bajo por el pueblo de Tunal y Galpón. En un momento de ese vuelo muy lento que venía haciendo se le acercan de atrás unas cosas a muy rápida velocidad, metalizadas, que largan un humito de la parte trasera. Cuando esos dos objetos lo alcanzan se producen las famosas explosiones. Los pueblos más cercanos al hecho escuchan seis explosiones. Dicen los testigos que están más cerca de la explosión que había dos objetos estacionados en el aire, que luego de caer el aparato desaparecen hacia arriba”.

Gracias a estas declaraciones, Galvagno cambia la zona de búsqueda, “pese a que no coincidía con la dirección que yo creía que estaba. Yo estaba sobrevolando el otro lado del cerro. Cuando me encuentro con estos testimonios me digo: si las naves están ahí, evidentemente la cosa está ahí”. En la mañana del primer día de búsqueda en la nueva zona, después de unos 15 minutos de vuelo, “veo una franja quemada en el piso. Una franja muy larga, aproximadamente tendría unos 1.500 metros de larga y unos 600 metros de ancho”.“Cuando pego la vuelta y encaro la mancha de nuevo el avión empieza a perder sustentación. Yo estaba a 200 metros de la cúspide del cerro, o sea que tenía buena altura. (…) No había viento, estaba fresco, estaba hermoso para volar. No podían haber existido problemas de turbulencia o baja presión, estaba perfecto. El avión siento que se me cae, se me cae. Le pongo motor al mango, lo pongo en picada y se me cae igual, como si el cerro me chupara. Un accidente muy extraño”.

Durante aquellos primeros días posteriores a la caída del objeto, se le presentan a Galvagno un grupo de unas nueve personas pertenecientes a Gendarmería quienes “me prohíben la búsqueda, me prohíben la investigación, me prohíben volar”, aduciendo que está el espacio aéreo cerrado por seguridad nacional. “Estuvieron como media hora deliberando entre ellos. Al rato viene un oficial y un sub-alférez y me dice: bueno, Tony, evidentemente acá tenemos que unificar la búsqueda. Decime que sabés vos, te digo que sé yo, y vamos a hacernos amigos” .Se sentaron a hablar. “Ellos me dicen que había caído un pedazo en el crestón El Gallo, ahí en Metán. Hay un pedazo caído ahí y yo personalmente tengo que bajar el día domingo con un helicóptero para rescatarlo. Me dicen: nosotros ya lo tanteamos pero no lo pudimos sacar porque es muy grande. Dice que era un pedazo metalizado como de 3,50 metros de largo y no tiene peso. Vos lo levantás y es que como si pesara 200 gramos. Pero, si no es en helicóptero no lo podemos sacar. El sub-alférez me dice: y yo personalmente tengo que bajar con una soga y rescatar el pedazo”.

Cuando Galvagno le pregunta si había gente de la NASA, le contestan: “No sé si son de la NASA, pero son yanquis los que están manejando todo esto”.“Me extraña porque la NASA no trabaja así”, repuso Galvagno. “Lo más probables es que mañana a vos te peguen una patada en la cola y no te dejen ir”. Tal como se lo había anticipado, al día siguiente regresa el sub-alférez, ya sin el oficial, totalmente decepcionado. “Ni siquiera me dejaron entrar a la finca. Escuché los helicópteros que se fueron para el crestón”. Galvagno al querer saber más sobre lo que había detrás de todo esto recibe una respuesta simple: “La orden que Estados Unidos le dio a la Argentina es no investigar”.

Fuente: elintransigente.com


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