Historia de Honduras: El fantasma de la Viga

domingo, 13 de octubre de 2013
Gissela es una niña de doce años cuando experimentó lo que realmente es sentir miedo, ella es hija de un albañil que trabaja en una construcción cercana a la casa que habitan, es hija única es la niña de los ojos de sus padres. Gissela se llama la pequeña, su padre es Iván y su madre Sandra Patricia, Gissela se encuentra haciendo sus tareas sobre una mesita de madera a la que hay que ponerle cuña debido a que renquea de una pata, ella es feliz cumpliendo con sus deberes escolares.
Le parece escuchar un ruido sobre el techo, voltea a ver y siente una ráfaga gélida, el frío recorre su cuerpecito. Por la tarde cuando papá regresa, mamá hace la cena y procede a servir.
Lávese las manos hija, dice el padre antes de comer y después de hacerlo hay que lavarse amorcito que no se le olvide, la comida es humilde, frijoles parados con queso, tortillas tostadas y café de maíz, la pequeña le cuenta a sus papás que en el techo se mueve una cosa que varias veces ha sucedido. Algo se mece en esas vigas papá, mmmmm... qué raro, nunca he sentido nada, a lo mejor es en la casa vecina, como en estas casas todo se escucha, puede ser eso, tal vez papá es que se oye tal real como cuando yo estoy en los columpios.
Aproximadamente a las seis de la tarde después de la cena el humilde albañil se sentó en un taburete forrado con piel de vaca, de esos que se utilizaban antes en todas las casas, se acomodó a leer una vieja revista y fue cuando sintió que algo estaba sobre su cabeza, no vio a nadie y siguió leyendo, minutos más tarde algo se movió sobre las vigas... deben ser los ratones que andan jodiendo otra vez, voy a poner las ratoneras y veneno.
Esa fue la primera vez que escuchó los ruidos, le dijo a su mujer y a su hija que había descubierto que eran los ratones los que hacían los ruidos, pero la niña insistió . No... no son ratones papá, algo se mece en esas vigas, además me da frío cuando eso pasa, no hubo más discusión y se fueron a dormir.
Esa misma noche Sandra Patricia se levantó pensando que se había metido alguien en la casa, despertó a su esposo, deben ser ladrones Iván hay que ver con cuidado, aquí llevo una tranca en la mano, no te preocupes déjame ir adelante.
Cuando llegaron a la salita sintieron la onda gélida, sus cuerpos se estremecieron luego el ruido en las vigas como si alguien estuviera meciéndose. Lo que dijo la niña es cierto, dijo la señora algo que se mece allá arriba. Iván alumbró hacia el techo con su foco de mano y apenas pudo observar que sobre una de las vigas se movía una pequeña sombra, eso fue todo, mejor regresemos mi amor esto no es nada bueno.
El matrimonio regresó al dormitorio, la niña estaba profundamente dormida en su cama, no se dio cuenta de lo sucedido, el hombre y la mujer se encomendaron al todopoderoso para que aquel fenómeno extraño desapareciera de la casa antes de que las cosas pudieran empeorar.
Gissela regresaba del colegio muy contenta en compañía de dos de sus amigas, se despidieron con un beso en la mejilla y agitaron sus manos con un hasta mañana.
La niña pasó por donde una vecina que la llamó: Oye niña, ¿puedes venir un ratito?... como no doña Tina, ¿en qué puedo servirle?... estaba pensando que ustedes son los únicos que han vivido en esa casa y no han salido corriendo, dicen que ahí asustan... ¿ustedes no han visto nada verdad...? no, no hemos visto ni oído nada. Ummm solo para eso te llamaba. Pues qué bueno... cuando llegó a su hogar la niña contó a sus papás lo dicho por la vecina, los esposos se miraron unos con otros y disimulando dijeron aquí lo que hay son ratones y nada más, tu papá va a poner el veneno y las ratoneras. Llega la noche, Gisella está haciendo nuevamente las tareas para el día siguiente, sus papás se encuentran en la habitación cuando siente que les caen granitos de arena en la cabeza, se los sacudió y cuando ve hacia el techo las venas se le paralizan, siente que la cabeza le está creciendo, quiere gritar y no puede, trata de moverse y no lo logra, sobre su cabeza y meciéndose en una soga está un hombre ahorcado. Como puede y haciendo un gran esfuerzo logra gritar: papá... papá... papá... Los papás salen en veloz carrera y ven aquel fantasma del hombre ahorcado que se mece en una soga, corren hacia su niña y la abrazan, del techo cae un papel como si hubiera salido de la bolsa del pantalón del muerto.
Recogen el papel y leen: Esta es la dirección de mi mamá, en vida la hice sufrir mucho, díganle que me perdone no puedo llegar adonde voy porque me falta su perdón... Los esposos y la niña al día siguiente se fueron a un pueblo cercano donde vivía la madre del ahorcado, le mostraron el papel y comenzó a llorar, no quise perdonarlo porque en vida fue muy malo conmigo, me hizo sufrir y creo que ya sufrió más que yo en el más allá. Hijo mío si me estás escuchando te perdono.
De regreso a casa nunca más volvieron a escuchar el ruido sobre las vigas donde aquel hombre desesperado se había ahorcado cuando fue inquilino de esa casa.
Gissela que hoy es una profesional de la medicina dice que nunca en la vida ha experimentado el terror que se apoderó de ella cuando era una niña de doce años, papá murió ya viejo, vivo con mi esposo mis dos hijos y mi madre, nos llevamos en armonía, lo menos que deseamos es una discusión, no queremos que nuestra alma pene cuando estemos en la otra dimensión.

Fuente: laprensa.hn

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